El comunismo de Gorbachov
El exlíder del Partido Comunista de la Unión Soviética falleció este 30 de agosto a los 91 años.

Fue miembro y líder del Partido Comunista de la Unión Soviética, pero estaba convencido de que podía mantener sus ideales de construir una sociedad igualitaria y abandonar el autoritarismo. En un artículo publicado el 26 de noviembre de 1989 en Pravda argumentó que sus reformas buscaban construir un “socialismo con rostro humano”. La frase había sido expresada originalmente por Alexander Dubcek, líder de Checoslovaquia hasta ser derrocado por una invasión soviética en 1968. Al retomarla, Mijaíl Górbachov lanzaba el mensaje de que él también estaba buscando la democratización y la liberalización de su país.
Górbachov, que también se puede escribir Górbachev, nació en una pequeña población rural de la región de Stávropol. Su padre era un campesino que sufrió con millones el hambre provocada por las confiscaciones de granjas privadas en el gobierno de Stalin. Mijaíl escaló de manera gradual el escalafón de la burocracia soviética. En 1985, a los 54, fue nombrado secretario general del Partido Comunista.
No era un buen momento para el país. Las ineficiencias del sistema comunista, aunadas a los intentos por mantener una carrera armamentista con el gobierno estadounidense de Ronald Reagan, habían empobrecido de manera notable a la URSS. Si bien Górbachov se mantenía fiel al comunismo, se daba cuenta de sus debilidades. Lanzó así dos programas, uno llamado perestroika, que buscaba abrir la economía a los mercados, y el otro glasnost, o transparencia, que pretendía democratizar el país.
Las cosas no funcionaron bien. La perestroika generó conflictos y desajustes en un sistema en que el gobierno era propietario de todos los bienes de producción. Esto hizo que la URSS, en lugar de crecer, perdiera todavía más dinamismo. La glasnost, mientras tanto, permitió que se llevaron a cabo protestas antes de que las reformas económicas pudieran realmente elevar el nivel de vida de la población.
Las consecuencias las conocemos. Cuando el 9 de noviembre de 1989 el gobierno de Alemania oriental se vio obligado, ante la presión de la gente, a abrir las puertas hacia Berlín occidental, Górbachov se negó a intervenir con tropas. Si el comunismo era bueno, sostenía, la gente optaría por quedarse a vivir en países comunistas. Un torbellino de revoluciones, principalmente pacíficas, se extendió por todo el imperio soviético. Finalmente, en 1991 la misma URSS dejó de existir.
Muchos rusos hoy consideran a Górbachov un traidor a la patria. El mismo presidente de Rusia, Vladímir Putin, lo ha sugerido. La invasión de Ucrania en este 2022 es producto de la visión de que el viejo imperio soviético debe restaurarse.
Górbachov fue, quizá, un hombre de buenas intenciones. Realmente pensaba que se podía construir un socialismo con rostro humano. El comunismo, sin embargo, es por naturaleza autoritario, como lo señaló el economista austriaco Friedrich von Hayek en Camino de servidumbre, debido a que en este sistema el gobierno utiliza su fuerza para imponer decisiones a los individuos.
Muchos rusos comparten la doctrina del actual gobierno de que Górbachov fue un traidor a la patria. Pero lo curioso es que nadie ha querido echar para atrás la apertura económica que él empezó y que le ha permitido a Rusia alcanzar, con el paso de tiempo, una prosperidad que nunca tuvo bajo el comunismo.
Putin se ha convertido en un nuevo dictador, como los viejos jerarcas comunistas, pero no ha hecho ningún intento por restablecer la economía comunista. Sabe bien lo que le conviene a él y al país.