Foto: Rosa Icela rODR
Por: Sergio Sarmiento
La disciplina en la Cuarta Transformación parece seguir siendo estricta. En los últimos días, sin embargo, el país ha sido testigo de un enfrentamiento entre dos de sus principales líderes que podría ser heraldo de otros conflictos. El coordinador de los diputados de Morena, Ricardo Monreal, y el de los senadores, Adán Augusto López, se confrontaron públicamente. Más tarde aparecieron juntos con la secretaria de gobernación, haciendo esfuerzos por sonreír, pero la reconciliación se vio demasiado forzada como para pensar que haya sido sincera.
Los líderes del movimiento, y supongo que entre ellos el expresidente Andrés Manuel López Obrador sigue teniendo el papel principal, son conscientes de que en un momento en que gozan de un poder extraordinario lo único que puede llevarlos a perder su hegemonía sería una división interna. Por eso el esfuerzo que se hizo para desactivar las descalificaciones mutuas entre estos dos morenistas.
Monreal difundió un mensaje pesimista en redes sociales el 16 de diciembre en la mañana: “La historia universal –afirmó-- nos muestra eventos que se repiten cada vez que los movimientos sociales triunfan de manera contundente: las diferencias internas y las campañas mediáticas orquestadas en contra de uno de los suyos. Así comienza el deterioro estructural”.
La víctima de estas “campañas mediáticas” era, por supuesto, él mismo. Se quejaba así de las acusaciones que había lanzado en su contra Adán Augusto por supuestos manejos irregulares de las finanzas del Senado en la legislatura anterior. Las acusaciones eran una respuesta a una decisión previa de los diputados de recortar el presupuesto del Senado… sin tocar el de los propios diputados. Adán Augusto atribuyó esta decisión a Monreal, quizá con razón. ¡Fuego amigo!
En la mañanera del 16 de diciembre la presidenta Sheinbaum pidió calma a los dos líderes parlamentarios. “Ellos tienen claro qué significa el movimiento de la transformación. Y este malentendido que tuvieron tiene que resolverse. No puede ser un tema de recursos el que lleve a una discusión. Entonces, se va a resolver; hay unidad en el movimiento”.
La secretaria de gobernación, Rosa Icela Rodríguez, recibió instrucciones de la presidenta de reunir a los dos líderes de las bancadas morenistas y los obligó a expresar un acuerdo público. Monreal ofreció en la noche, después de la junta, un mensaje público conciliador: “La política será siempre el arte de buscar acuerdos y entendimientos en favor de la población”. Adán Augusto no ofreció ningún comentario, lo cual es una silenciosa pero fuerte declaración.
A pesar de la fotografía oficial en la que los dos correligionarios aparecieron con Rosa Icela, no hay duda de que el tabasqueño y el zacatecano se han convertido en enemigos. Los dos vienen originalmente del PRI y tienen enormes ambiciones políticas. Ambos contendieron por la candidatura presidencial de Morena en una competencia que el entonces presidente López Obrador organizó para favorecer a Sheinbaum. Los dos quieren llegar tarde o temprano a esa silla presidencial que no deja de embrujar a los políticos mexicanos.
No hay razones para pensar que la mediación de la secretaria de gobernación ha borrado las diferencias entre los dos coordinadores de las bancadas. Es clara la desconfianza que se tienen. En este primer choque, la presidenta ha logrado contenerlos y ofrecer una imagen de unidad, aunque forzada. Pero el actual gobierno tiene menos de tres meses y ya los ánimos están caldeados.
Hay que recordar que ni Monreal ni Adán Augusto son gente de Claudia. Los dos ven a López Obrador como su verdadero patrón. Mientras no acepten que Andrés Manuel se ha retirado, sus diferencias seguirán estallando, aunque debiliten la unidad del movimiento. Quizá llegue un momento en que Claudia, a pesar de su lealtad a AMLO, tenga que deshacerse de uno o de ambos para que no le descompongan el control que el movimiento ha logrado sobre el Congreso de la Unión.
www.sergiosarmiento.com