
Foto: Facebook.
El alcalde Carlos Manzo mantuvo diferencias con el Gobierno Federal, pues exigía ‘mano dura’ contra el crimen organizado.

Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, Michoacán, fue asesinado la noche del sábado 1 de noviembre, tras varios llamados a las autoridades a poner atención a la seguridad del estado.
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Su gestión como presidente municipal de Uruapan se distinguió por una postura de confrontación directa contra el crimen organizado, lo que lo llevó a sostener notables pugnas públicas con el Gobierno Federal.
Carlos Manzo nació el 9 de mayo de 1985 en Uruapan, Michoacán. Se formó en la licenciatura en Ciencias Políticas y Gestión Pública en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO).

Posteriormente, incursionó en la administración pública, sirviendo como auditor del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Michoacán entre 2017 y 2018.
Manzo tuvo una notable carrera política. Fue diputado federal por Morena en la LXV Legislatura del Congreso de la Unión, desempeñándose en el cargo de septiembre de 2021 hasta febrero de 2024, cuando solicitó licencia para buscar la alcaldía. Asumió el cargo de presidente Municipal de Uruapan el 1 de septiembre de 2024, manteniéndose en él hasta su asesinato el 1 de noviembre de 2025.
El sello distintivo de su administración fue su enérgico y polémico discurso sobre la inseguridad. Manzo se convirtió en uno de los pocos gobernantes locales que alzó la voz para criticar abiertamente la estrategia de seguridad de “abrazos, no balazos”, que lanzó Andrés Manuel López Obrador.
No es un secreto que tuvo diferencias con la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, luego de que el alcalde Manzo retó a la presidenta a usar mano dura contra el crimen organizado.
Le ofreció renunciar a su cargo si lograba una reducción significativa en el índice de criminalidad de su municipio, sin disparar una sola arma.
El alcalde sostuvo que los “abrazos son para los ciudadanos, no para los delincuentes”, un mensaje claro que contrastaba con la narrativa oficial. Su postura de confrontación directa con la delincuencia lo convirtió en una figura que, para algunos, representaba un enfoque de “mano dura” ante la violencia en Michoacán.
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