
Foto: Especial
La lucha por el poder al interior del Cártel de Sinaloa lo ha ido debilitando poco a poco

El Chapo purga cadena perpetua en Estados Unidos; el Mayo Zambada cayó en 2024; Ovidio y Joaquín Guzmán López están presos. Y, aun así, la organización no cede, sigue siendo poderosa porque mantiene alianzas en México, en América y en el mundo.
No solo te informamos, te explicamos la política. Da clic aquí y recibe gratis nuestro boletín diario.
De ahí la guerra interna por una herencia criminal todavía hegemónica que se disputa a balazos mientras su maquinaria global no se detiene.
Con el Mayo Zambada preso en Estados Unidos, se hicieron más evidentes las historias de avaricia, rivalidad y traición que comenzaron a tejerse desde que el Chapo fue detenido y extraditado.
Joaquín Guzmán Loera mantuvo con mano dura la cohesión, pero cayó y los hijos desobedientes, el compadre, el hermano y los aliados jalaron por su lado. Comenzó la lucha por la herencia maldita de un cártel con ganancias inimaginables que se extendió como pulpo en México, América, Europa y Asia.
Iván Archibaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, hijos de Alejandrina, parecen ganar terreno para apoderarse del cártel. Existen indicios e informes que advierten de una posible tregua con el Cartel Jalisco Nueva Generación que no se ha confirmado del todo.
El segundo grupo de los otros “chapitos”, el de Ovidio y Joaquín Guzmán López, los hijos de Griselda. Está prácticamente fuera de combate tras su detención y extradición. El Chapito Joaquín confesó haber secuestrado al Mayo Zambada para entregarlo en Estados Unidos y obtener algún beneficio o negociación con la justicia de ese país.
El grupo más longevo, el círculo cercano de “El Mayo” mejor conocido como “La Mayiza” lo lidera según reportes de inteligencia y crónicas periodísticas: Ismael Zambada Sicairos, “El Mayito Flaco” junto con Joel Enrique Sandoval , alias “El 19”, Paul “El Men”, además de Manuel de Jesús y Miguel Óscar Gómez López.
El cuarto grupo es el de Aureliano Guzmán Loera, el Guano. Iván Archibaldo le declaró la guerra a su tío Aureliano y a la célula del Mayito Flaco.
Las primeras batallas por el control se hicieron más visibles en Culiacán y alrededores. Además, Iván Archibaldo libra enfrentamientos en otros estados, principalmente con el Cartel Jalisco Nueva Generación de “El Mencho” y con el Cártel de Caborca, que dejaron los sobrinos de Rafael Caro Quintero tras su captura.

Fundado en la década de los 80 por el Chapo, el Mayo y el Güero Palma, el Cártel de Sinaloa consolidó el Triángulo Dorado -Sinaloa, Durango, Chihuahua- como cuna de amapola y marihuana y plataforma de rutas terrestres, marítimas y aéreas para cocaína, heroína y metanfetamina hacia Estados Unidos.
Aun con sus capos “fuera de combate”, la organización sobrevivió y se reconfiguró.
La DEA ubica a Sinaloa junto con el CJNG en el corazón de la crisis de fentanilo en Estados Unidos.
Los Chapitos continúan con el camino que dejó trazado su padre al impulsar la compra de precursores en China e India, y la operación de laboratorios clandestinos en Sinaloa y bastiones vecinos para colocar en EE. UU. pastills falsas y fentanilo en polvo a escala masiva.
La detención del Mayo en 2024 aceleró la pugna interna por ese negocio.
En paralelo, la metanfetamina sinaloense alcanza niveles récord de pureza y se expande del oeste al este estadounidense, mientras los márgenes en Asia y Oceanía pueden multiplicarse por cien frente al mercado norteamericano.

El legendario Cártel de Sinaloa tiene influencia en 24 estados de la República. Además de sus células de tráfico de drogas, mantiene brazos armados porque sostiene disputas violentas en 21 estados con el CJNG.
Opera en el Triángulo Dorado y domina corredores fronterizos como Mexicali, Nogales y Ciudad Juárez, y puertos estratégicos como Mazatlán y Manzanillo, esenciales para el ingreso de precursores químicos.
La DEA documenta presencia logística del cártel en casi los 50 estados de EE. UU., con nodos en Los Ángeles, Phoenix, Houston, Chicago, Atlanta y Miami, y una red de mayoristas, pandillas y microtraficantes que expanden su mercado a través de redes sociales y mensajería.
La cruenta guerra entre la “chapiza” y la “mayiza” no es solo dinastía. Detrás de cada disparo hay codicia.
Es una organización que produce y distribuye fentanilo, metanfetamina, heroína, cocaína y marihuana; incursiona en extorsión, cobro de piso, huachicoleo, robo de minerales, tráfico de migrantes, tráfico de armas y lavado.
La hegemonía rebasa fronteras y sus tentáculos se extienden a casi todos los continentes.
Su principal cliente es Estados Unidos. Pero su mapa geodelictivo cruza Latinoamérica —Colombia, Chile, Uruguay, Argentina, Venezuela, Perú, Bolivia, Ecuador, Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Panamá, República Dominicana y Trinidad y Tobago—, donde mezclan abastecimiento, trasiego y lavado.
En Europa, asociados en Alemania, Francia, Suiza, Países Bajos, España e Italia; en esta última, crónicas han documentado intercambios con la ’Ndrangheta.
En Oceanía, negocios con grupos de Australia. En Asia, intercambio de precursores con India y triadas chinas. La DEA 2025 consigna que el cártel opera ya en al menos 40 países.